fecha:
June 17, 2025
Autor:
Paula Andrea Ramírez Barbosa
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Abogada
En el panteón de las ansiedades modernas, el ascenso de la inteligencia artificial (IA) ocupa un lugar preeminente. Evoca visiones de Skynet, de señores algorítmicos dictando nuestras vidas, de un elemento humano que se desvanece en el frío, calculador abrazo de las máquinas. Pero más allá de la ciencia ficción, se está desarrollando una realidad más matizada y urgente: la IA está permeando rápidamente nuestros sistemas legales, prometiendo eficiencia y transparencia, mientras suscita profundas preguntas éticas y prácticas. Ahora esta tensión es más aguda que en el ámbito del derecho disciplinario, donde el potencial tanto para el progreso como para el peligro es inmenso.
La frase pronunciada por John McCarthy hace décadas, "No veo que la inteligencia humana sea algo que los humanos nunca puedan entender", sirve como un preámbulo adecuado para la compleja conversación en torno a la IA. A medida que luchamos por comprender y aprovechar esta tecnología, nos encontramos, como Hércules, combatiendo serpientes metafóricas que estrangulan nuestro camino hacia el progreso.
¿Puede la IA realmente mejorar la búsqueda de justicia en asuntos disciplinarios o simplemente introducirá nuevas formas de sesgo?
Una lección de historia en código:
La historia de la IA es una historia de ambición y progreso iterativo. El seminal artículo de Alan Turing de 1950, "Máquinas de computación e inteligencia", sentó las bases teóricas, postulando la posibilidad de máquinas capaces de pensar. El término "Inteligencia Artificial" fue acuñado en 1956 en el Taller de Dartmouth, un momento decisivo donde pioneros como John McCarthy imaginaron un futuro de" máquinas inteligentes".
Sin embargo, el camino hacia la verdadera IA ha estado plagado de desafíos. Desde los primeros algoritmos simbólicos de los años 70 hasta el auge del aprendizaje automático en los 90 y la revolución del aprendizaje profundo en los años 2010, cada era ha traído nuevos avances y nuevas limitaciones. La victoria de Deep Blue de IBM sobre Garry Kasparov en1996 fue un triunfo simbólico, demostrando la capacidad de la IA para conquistar tareas cognitivas complejas. Pero como señala Hodges, la inteligencia genuina requiere más que solo poder de procesamiento; demanda cooperación, comprensión y el mundo matizado y complicado de la interacción humana.
El Algoritmo en el Estrado: Contribuciones Potenciales de la IA
La promesa central de la IA en el derecho disciplinario radica en su potencial para agilizar y mejorar los procesos existentes. La IA puede ofrecer asistencia valiosa en la detección, la recopilación de pruebas y las investigaciones, llevando a una mayor eficiencia, transparencia y economía procesal. Imagina, por ejemplo, algoritmos que analizan grandes volúmenes de documentos para identificar anomalías que indican mala conducta, o modelos predictivos que pronostican posibles focos de corrupción dentro de la administración pública.
Existen áreas específicas donde la IA puede marcar una diferencia tangible:
- Prevención de conductas inadecuadas: Los sistemas impulsados por IA pueden analizar patrones de conducta para identificar riesgos potenciales, proporcionando alertas tempranas para comportamientos como abuso de poder o soborno.
- Detección de irregularidades: Algoritmos de aprendizaje automático pueden detectar anomalías en transacciones financieras y procesos de adquisiciones, potencialmente descubriendo casos de fraude o corrupción.
- Investigación de conductas inadecuadas: La IA puede acelerar el proceso de investigación analizando grandes cantidades de datos para identificar individuos clave, patrones y pruebas relevantes.
- Asistencia en la evaluación de pruebas: La IA puede ayudaren el análisis de pruebas digitales, como comunicaciones electrónicas y datos forenses, ayudando a los investigadores a descubrir conexiones y motivos ocultos.